Un académico muy clásico
Pintor español del Historicismo y del Realismo postromántico. Nacido en el barrio de Santa Cruz de Sevilla, donde vivió toda su vida, se formó en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla. Allí fue alumno de pintores románticos como Eduardo Cano de la Peña y de Joaquín Domínguez Bécquer. En 1870, abrió su estudio de pintura en el Alcázar sevillano. Dos años más tarde, completaría sus estudios en la Academia Chigi de Roma, entrando en contacto con otros artistas de la época como José Villegas, José Jiménez Aranda o Mariano Fortuny.
En 1886, fue escogido como académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y miembro de la Comisión Provincial de Patrimonio. Además, en años posteriores, fue nombrado académico de la Sección de Pintura de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla y académico de la Cátedra de Dibujo de esta misma escuela. En 1896, propuso al Gobierno español el cambio de título de dicha escuela, pasando a llamarse Academia de Santa Isabel de Hungría, al ser constituida como real patronato en 1843 por la reina Isabel II. Ese mismo año, fue nombrado secretario de la Escuela Provincial de Bellas Artes por el rector de la Universidad de Sevilla.
Por su parte, obtuvo la Cátedra de Aplicaciones del Dibujo Artístico a las Artes Decorativas en 1900. Tres años más tarde, se encargó de la Cátedra de Composición Decorativa y, en 1906, de la Cátedra de Estudio de las Formas de la Naturaleza y el Arte. Fue encargado de una comisión formada por él mismo, Joaquín Bilbao y José Gestoso, entre otros artistas, para evaluar los cuadros de la Catedral sevillana y cambiar la colocación de los más valiosos. Mantuvo relación de amistad con escritores como Miguel Rodríguez Seisdedos y Fernán Caballero. Durante una temporada, tuvo su estudio en una estancia del palacio de San Telmo, ocupado en aquel tiempo por el duque de Montpensier.
Respecto a su obra pictórica, practicó el retrato, el género histórico y los temas religiosos, siempre dentro de un estilo académico que se acercaba a las tendencias modernistas de la época. También público en prensa local algunos artículos de investigación sobre historia del arte, destacando ‘Sevilla en sus pintores’ y un estudio sobre el retablo de San Bartolomé de la catedral. En 1881, fue galardonado con la Segunda Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes por ‘Las termas de Caracalla’, que había pintado en la ciudad de Roma. También obtuvo la Medalla de Segunda Clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes por su cuadro ‘Las postrimerías de Fernando III el Santo’.
Tras su muerte, en 1923, el maestro Francisco Marco Díaz-Pintado le realizó una mascarilla mortuoria. Él mismo, junto a sus discípulos, crearon una lápida de mármol italiano en su memoria, con el busto de Virgilio flanqueado por dos alegorías de la pintura y la literatura. Esta fue colocada en la Escuela de Bellas Artes.