Si existe un lugar en la tierra, enigmático y poético a la vez, misterioso y sugestivo, peligroso pero lleno de vida e imprescindible para todos, es el mar. El mar es el comienzo de la vida según Darwin y muchísimos estudios realizados por científicos, biólogos ó antropólogos, no olvidemos que tres cuartas partes de nuestro cuerpo es agua, igual que el planeta que habitamos y sin ella no viviríamos. De él se ha escrito mucho y la historia del arte le ha prestado una gran atención, tanto a lo que ha ocurrido por encima de su superficie; como esas maravillosas marinas de Turner, con sus “esfumatos” casi abstractas; Caspar David Friederich, utilizando ese envolvente simbolismo como en su obra Monje frente al mar, o Fitz Hugh Lane, con esas vistas de navíos de espectacular serenidad, se contraponen artistas como Gericault con su famosa Balsa de la medusa, mostrando la parte más cruda y salvaje de ese mar.

Otros se han preocupado de ese gran abismo interior con todas sus criaturas que lo habita; la literatura y el cine han dado rienda suelta a esa parte, con obras de Verne como Movi Dick o Veinte mil leguas de viaje submarino, donde un misterioso Nautilus crea un gran desconcierto en la sociedad de su tiempo. También Spilberg ha hecho su parte utilizado el mar para crearnos una pavorosa desconfianza y paranoia con su tiburón, cosa que Damien Hirs, ese “Young british artist” se encargó en 1.991 de meter en una urna con formol, para tranquilidad de todos, convirtiéndolo conceptualmente en obra de arte.
Cuando hablamos del mar, quizá podamos recordarlo como una imagen estática, que corta el horizonte con ese inamovible nivel azul (o de cualquier otro maravilloso color según las horas del día y los fenómenos atmosféricos) pero es realmente el medio, como sabemos, más vivo y con más movimiento que existe. Es precisamente el movimiento, de donde parto con esta serie que titulo “Mar de esporas”, simbólica en cuanto a pretexto utilizado, pero abstracta de base, ya que la enlazo con otra serie anterior que comencé hace unos cinco años con el título de “Formas orgánicas”, desarrollándola con pinturas, esculturas, serigrafías y en la última individual de Sevilla del pasado año, con instalación, montaje y vídeo. En esta última muestra había desarrollado esas formas orgánicas que en principio eran formas sinuosas de dos puntas, en otras ramificadas, mutantes y llenas de movimiento compositivo que formaban un ideograma que recordaban pájaros, estrellas, caligrafía árabe, plantas, etc. En la mayoría de los casos vagaban libres por la superficie de la obra desprendiendo dramatismo y agresividad en algunos casos y en otros humor, ternura y erotismo, jugando de base en algunas ocasiones con collage de fondo ó con experimentales calidades de óxido sobre chapa de acero corten, otros.

A estas imágenes multiformes que en algunos casos formaban auténticas constelaciones mironianas y que le llamé “Universo espora”, recordaban también algunos gérmenes mirados por microscopio y debido a ese referente orgánico y poético a la vez los titule “Esporas”, ya que ella es una semilla creadora de vida y por lo tanto de arte para mí.
No hace mucho participé en una colectiva, invitado por Jack Neilson precisamente en el Baluarte de la Candelaria, donde expondré también la exposición que ahora desarrollo para la Universidad de Huelva. Era una exposición con una fuerte carga poética y cinematográfica ya que partía de la película “El viaje a ninguna parte” de Fernando Fernán Gómez, el pretexto que se pidió, es que fueran zapatos manipulados y que funcionarían como instalaciones, esto me llevó a trabajar sobre unos zapatos de mujer de tacón de aguja, haciendo unos dibujos preparatorios, así que las formas / esporas que hasta el momento se dispersaban por la superficie de la obra anterior, para esta exposición lo integré dentro de la conformación de un zapato, con el mismo perfil del que iba a realizar la obra final. Esto hizo girar mi obra 180 grados, ya que si antes esas composiciones híbridas eran exclusivamente abstractas, ahora comencé a contenerlas dentro de formaciones de bases figurativas, así que esta nueva serie dentro de la ya conocida por “esporas” pasó a ser desarrollada de forma simbólico-figurativa. “Mar de esporas” es por tanto un homenaje al mar, mar tan pretextualizado por artistas y escritores como apuntaba al principio.
Comencé esta serie, con bocetos y dibujos al guache negro sobre papel, utilizando imágenes encontradas por internet, sobre fotos de peces que se encuentran por nuestras costas de Huelva, Cádiz ó Almería y así trabajé sobre robalos, rodaballos, atunes, etc., partiendo de sus perfiles, a modo de papel recortado negro, como se hacía en los medios seudoartísticos victorianos del siglo XVIII, con perfiles de caras, sino que en mi caso me interesaba crear todo un campo de tensión y de movimiento dentro de ese espacio acotado, confiriendo una nueva vida a esa forma estática simbolizada por el pez.

Proyecté también una serie de serigrafías, donde jugué con el color –que tanto que interesa-, utilizando como base un simpático cangrejo llamado barrilete y que habita en agujeros del fango de la desembocadura del rio Piedra en Huelva.

Posteriormente proyecté la exposición, pensando en llevar esas imágenes a gran formato, ya que esa forma serían más sugerentes y la sacaría de su contexto tamaño / forma, para dar paso a otro lenguaje más expresivo donde las formas -esporas, como sigo llamándolas- envuelve al espectador y hace que entre visualmente en el contexto abstracto de la obra.

Por último he decidido unir ciertas partes de cada imagen, eliminando campos de movimiento, para crear masas negras que de alguna manera enmarcan o incentivan los diferentes campos de acción, formados por las “esporas” con sus puntas afiladas y cuerpos sinuosos, voluptuosos diría yo, con su interacción de unas con otras, sobre ese fondo magmático de suaves colores fundidos, donde el blanco de base, crea el contraste para ese negro profundo, creado por las erráticas esporas.

Fernando Baños