Dentro del ciclo ‘Pensar la ciudad’

Como todo el cine de Ettore Scola, la historia narrada en este film es inseparable del espacio arquitectónico que la alberga y ofrece un magnífico ejemplo para la reflexión sobre la riqueza y complejidad de las relaciones entre cine y arquitectura (recuérdense al respecto, de este mismo director, películas como Feos, sucios y malos, La Familia o Gente de Roma).

La acción se enmarca en el contexto de la visita realizada por Hitler a Roma para entrevistarse con Mussolini, en mayo de 1938. En el recibimiento triunfal de que es objeto el Führer, practicamente toda la población de Roma sale a la calle para participar en orquestadas ceremonias colectivas y manifestaciones de exaltación fascista.

Eso es lo que ocurre en el bloque de viviendas en el que habita una familia numerosa cuya madre (genial papel de Sofia Loren) es casi la única persona que permanece en la casa cuando todos se marchan a la manifestación. “Casi” porque, además, hay otra: el personaje interpretado por Marcello Mastroianni, un intelectual antifascista y homosexual acosado, que acaricia la idea del suicidio. El azar les lleva a conocerse en el bloque casi vacío y se abre así un diálogo que confronta, en sucesivas situaciones y espacios, desde el interior del piso hasta la azotea, al ama de casa apolítica e ingenua y al intelectual refinado.

El edificio de viviendas en el que se rodó el film es realmente una construcción de época fascista, la Casa Convenzionata, edificada entre 1931 y 1937 sobre proyecto del arquitecto Mario de Renzi, y que constituye en realidad casi una pequeña ciudad, con más de 400 viviendas servidas por 30 cajas de escalera acristaladas cuyo protagonismo es bien captado por el ojo de Scola. La Casa Convenzionata es un buen ejemplo de cómo, al contrario de lo ocurrido en la Alemania nazi, la Italia fascista pudo en algunos momentos compatibilizar un régimen político dictatorial con una arquitectura moderna de elevado interés.